jueves, 14 de enero de 2010


   Foto de Livia Ivonne Gamero P.

Año nuevo. Esperanzas, sueños, metas, tomas de decisiones, retos. Un año que comienza, el otro dejado atrás. 2009, año con proyectos logrados, la mayoría quizás frustrados. Posiblemente una etapa que muchos querrán olvidar, porque estuvo lleno de altibajos, siendo empañado por la crisis económica mundial, de pandemias y desesperanza de un futuro por malos gobernantes. Generalmente, la humanidad espera un nuevo año, siempre con ilusión de un futuro mejor. Tratamos de convencernos de dejar los malos ratos en el pasado, celebrando el final del año viejo.


Propiamente en Latinoamérica existe una tradición, y es que a final de diciembre, sacan a la calle un muñeco, representando a un anciano, lo visten, lo ponen las calles y el 31 de diciembre, en vísperas del nuevo año, lo queman y luego sacan otro, representando a un bebé, haciendo alusión al venidero. Este acto es una actividad centenaria, y que evoca muchos sentimientos, entre ellos, aquel que da la sensación de desapego y olvido a todas las malas experiencias. Sin embargo hay uno que quizás no todos experimentan y es el de rechazo hacia esa costumbre. Y es precisamente, el simbolismo de la vejez que se utiliza. Porque la última etapa de nuestras vidas es vista como algo negativo, la suma de todos los males, de dolores físicos y espirituales, el declive, el final de la existencia misma.

31 de diciembre, día de alegrías y fiestas. El último del año, pero no el final de nuestros días en este bello planeta. El primero de enero, todo continúa a pesar de ser un nuevo año, realmente no todo se queda atrás, porque aunque queramos negar, la mayoría de nuestras metas las planeamos en año viejo, tomando como referencias todas las experiencias buenas y malas que hayamos pasado. No cabe comparar a la ancianidad con un año que ya pasó. Porque precisamente, ni ese tiempo transcurrido muere súbitamente de nuestras vidas.


Como las estrellas, estamos experimentando una secuencia principal, donde viviremos todo tipo de experiencias para llegar a nuestra madurez como personas. Desde el primer día de nuestras vidas, estamos creciendo y evolucionando nuestra mente y espíritu, porque todas las fases de la vida humana están vinculadas a los designios de nuestro creador.


La última etapa de nuestra existencia, es vista como el final de nuestro destino y como la más afligida de todas. La vida que Dios nos dio es consecuente y armoniosa. Si el nacimiento es una bendición y una fiesta, la vejez debería ser igual, porque es la cima, es la suma de todos los momentos históricos, que con ello trae el aprendizaje de las otras épocas. De todas las experiencias buenas y malas, de las conquistas del hombre, y todos los aciertos y errores que de ellas salen. La vejez es un libro escrito. El anciano es sabio, porque lo ha visto todo.


Desde el primer soplo de vida, empezamos a envejecer. Los jóvenes olvidamos que un día tomaremos sus lugares. Seremos ancianos arrugados, con cabeza blanca y de caminar lento. Seguramente, vamos a querer ser tratados con respeto. Es por eso que no debemos olvidar que uno cosecha lo que siembra. Así que en nuestra vejez veremos los frutos de nuestros buenos actos hacia ellos. Esta etapa de la vida, muchos esperan con temor. Sin embargo, para aquellos que ponen su confianza en Dios, ésta es un bello ocaso, que anuncia algo. Un maravilloso cielo nocturno, con todas sus estrellas. Porque la vejez es la muerte del cuerpo, que mientras eso pasa, el anciano está en espera de algo bueno, porque Dios lo es. Nos dio un lugar bello para nacer, para vivir esta transitoria existencia. Miramos físicamente a la vejez como el final, sin embargo, es el comienzo, es la víspera de la eternidad. La tierra prometida que nuestro Padre nos dio y nos preparó en todas las etapas de nuestras vidas: niñez, adolescencia, juventud, hasta llegar a la más consagrada, la vejez, porque ésta prevalece como la etapa más bella de la vida, y de hecho, como el estandarte más alto de nuestra existencia.





Siempre decimos, que es antinatural morir joven, porque precisamente no se logró vivir algunas o la última etapa de nuestras vidas, porque evidentemente cada fase es un verso de una poesía que Dios escribió en su creación.

Cada uno de los pasos que el humano va dando en su existencia, es un aprendizaje. Todas las acciones y experiencias vividas van a ser el resultado de una buena o mala ancianidad. En el mundo, hay muchos de ellos que dieron mucho. Vivieron una calidad de vida, dando amor a su familia, a su comunidad. Cuando hay alegría y amor a Dios, no hay un anciano triste ni amargado.

Cuantos jóvenes hoy en día, que ni siquiera han llegado a la adultez, tienen un corazón viejo, su corazón ha envejecido antes de tiempo. Estos en su última etapa de sus vidas, llegaran a ser personas duras, amargadas y desesperanzadas, se sentirán sólos, aunque estén rodeados de sus seres queridos Sin embargo, existen ancianos jóvenes, emprendedores, aman lo que tienen. Motivan a los jóvenes y hasta el último momento quieren seguir aprendiendo, porque su corazón no ha envejecido.

Esas personas viven el umbral de sus vidas, la víspera de la eternidad, como una mañana soleada, espera una tarde con cielo despejado, acompañada de un viento tenue y fresco, para pasar una clara noche y poder apreciar todas las estrellas en el firmamento, cada una formando parte de constelaciones, que a la vez forman parte de galaxias. Es por eso que la creación de Dios es tan grande, que hizo al día, con todas sus fases, cada una con su belleza, emulando así la vida misma. Porque la vejez, como la noche se acerca a Dios, porque en ese momento es donde podemos apreciar la más profundo del infinito, lo más maravilloso de su obra: la eternidad.



"Los ancianos tienen tanta necesidad de afectos como de sol."
Víctor Hugo


Actualmente, es grande el porcentaje a nivel mundial, de ancianos que padecen enfermedad, abandono o soledad. En nuestro país es lamentable como son violados sus derechos. Su destino, en la mayoría, es la soledad y la pobreza, el abuso desmedido de la misma familia. Se miran cabecitas blancas, de miradas tristes, y rostros arrugados, todos los días, en los semáforos de la capital. Es inaudito como son arrastrados por choferes inconscientes, muriendo solos y desamparados. Todos los días salen en los medios de comunicación, ancianos mutilados o fallecidos, como noticia sensacionalista, sin embargo, no toman parte de espacio y tiempo, para dedicarles un programa de carácter social, para terminar con este problema.

Las personas de la tercera edad tienen derecho a vivir con dignidad y verse libres de explotación y de malos tratos, físicos o mentales. Estos son algunos derechos que a nivel mundial, todos los ancianos, sin excepción de clase social, raza y género debe tener:

- El tener acceso a alimentos preparados especialmente dependiendo de su estadio físico o de salud. 

- El mantenerse limpios y arreglados con ayuda de los demás. 

- A poderse reunir con sus hijos, nietos, parientes y amigos para recordar todo lo que hicieron cuando eran más jóvenes y tienen derecho a ser escuchados y a que sus opiniones sean tomadas en cuenta.

 - A ser atendidos en sus problemas de salud con calidad, oportunidad y cariño, procurando en todo momento su bienestar integral. 

- A vivir en un hogar que les brinde amor, ayuda y comprensión y a ser ubicados en casas de reposo o asilos solamente si así ellos lo desean.

 - Tienen derecho a manejar y utilizar sus bienes y dinero libremente, a menos que sus capacidades mentales lo impida, para lo que es necesario que tengan un apoderado legalmente reconocido. - Tienen derecho a no ser abandonados. - Tienen derecho a platicar, opinar y participar en las decisiones familiares. - A divertirse y descansar. 

- A vivir en un ambiente seguro, sin riesgos de accidentes. 

- A no ser tratados con violencia física o psicológica. 

- A no recibir burlas ante sus “discapacidades”, fisiológicas o mentales. 

- A la seguridad social para que puedan ser atendidos en todos los problemas de salud que presenten y a la educación si así lo desean. 

- Tienen derecho a tener un trabajo digno y bien remunerado, si están en condiciones de realizarlo y así lo desean.

 - A recibir una pensión justa por retirarse después de haber cumplido con los requisitos de trabajo que marca la ley. - A recibir el mismo trato legal ante cualquier problema que tengan. - A que se les ceda el paso y se les den sitios privilegiados en todos los lugares a donde asistan: bancos, tiendas, cines, transportes, etc.

Este video, con la canción "Con una pala y un sombrero", interpretada por Gervasio, y editado por Pablo Degiovanni, lo subí a propósito del tema que abordo acá, que dedico a todos los ancianos del mundo, y a todos los de mi familia, especialmente a un hombre que ha dejado huellas en mi vida, mi padre, José Antonio Gamero. Nacido el 20 de junio de 1914.



JOSE ANTONIO GAMERO
Foto tomada por Leonardo Antonio Flores Gamero


"Saber envejecer es una obra maestra de la sabiduría, y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir." Henri F Amiel


En vísperas de la eternidad. Padre, hermano, tío, abuelo. Hombre consecuente en sus creencias, bondadoso, sensible a los problemas de los demás. Perdió a su amada esposa y querida madre, María Elsa Paguaga Andara, hace dos décadas. A pesar de ese dolor, nunca se rindió y perdió la fe en Dios. Más bien, pone siempre la confianza en El, elevando sus oraciones, en pro de cada ser vivo en el planeta.

Vive una bella ancianidad, rodeados de sus seres queridos, porque él está recogiendo su cosecha. 95 años llenos tantas experiencias, que las hace vida con sus relatos. Amante a toda la naturaleza, protector de los animales, ama el mar y la lluvia, el cielo con todas sus estrellas. Vive de nuevo su niñez, compitiendo con sus nietos, jugando con sus mascotas. Y como todo humano, a veces se queja de los males muy propios de la vejez.

Sin embargo, ante todo eso, nos enorgullecemos de él, por su mente brillante y eterna, amante de las letras y las ciencias. Entendido en astronomía, geología, geografía, historia, etc. Y de su gran corazón, de igual forma, brillante y eterno, amante a Dios y a su familia. Experto en dar cariño, en respetar a su prójimo, agradecido y buena compañía en todos los momentos.

Ese es mi padre, un futuro ángel. Que cuidará de todos nosotros, desde la eternidad, porque la obra de Dios es perfecta.









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