Foto de Livia Ivonne Gamero P. |
Como las estrellas, estamos experimentando una secuencia principal, donde viviremos todo tipo de experiencias para llegar a nuestra madurez como personas. Desde el primer día de nuestras vidas, estamos creciendo y evolucionando nuestra mente y espíritu, porque todas las fases de la vida humana están vinculadas a los designios de nuestro creador.
La última etapa de nuestra existencia, es vista como el final de nuestro destino y como la más afligida de todas. La vida que Dios nos dio es consecuente y armoniosa. Si el nacimiento es una bendición y una fiesta, la vejez debería ser igual, porque es la cima, es la suma de todos los momentos históricos, que con ello trae el aprendizaje de las otras épocas. De todas las experiencias buenas y malas, de las conquistas del hombre, y todos los aciertos y errores que de ellas salen. La vejez es un libro escrito. El anciano es sabio, porque lo ha visto todo.
Desde el primer soplo de vida, empezamos a envejecer. Los jóvenes olvidamos que un día tomaremos sus lugares. Seremos ancianos arrugados, con cabeza blanca y de caminar lento. Seguramente, vamos a querer ser tratados con respeto. Es por eso que no debemos olvidar que uno cosecha lo que siembra. Así que en nuestra vejez veremos los frutos de nuestros buenos actos hacia ellos. Esta etapa de la vida, muchos esperan con temor. Sin embargo, para aquellos que ponen su confianza en Dios, ésta es un bello ocaso, que anuncia algo. Un maravilloso cielo nocturno, con todas sus estrellas. Porque la vejez es la muerte del cuerpo, que mientras eso pasa, el anciano está en espera de algo bueno, porque Dios lo es. Nos dio un lugar bello para nacer, para vivir esta transitoria existencia. Miramos físicamente a la vejez como el final, sin embargo, es el comienzo, es la víspera de la eternidad. La tierra prometida que nuestro Padre nos dio y nos preparó en todas las etapas de nuestras vidas: niñez, adolescencia, juventud, hasta llegar a la más consagrada, la vejez, porque ésta prevalece como la etapa más bella de la vida, y de hecho, como el estandarte más alto de nuestra existencia.
Siempre decimos, que es antinatural morir joven, porque precisamente no se logró vivir algunas o la última etapa de nuestras vidas, porque evidentemente cada fase es un verso de una poesía que Dios escribió en su creación.
En vísperas de la eternidad. Padre, hermano, tío, abuelo. Hombre consecuente en sus creencias, bondadoso, sensible a los problemas de los demás. Perdió a su amada esposa y querida madre, María Elsa Paguaga Andara, hace dos décadas. A pesar de ese dolor, nunca se rindió y perdió la fe en Dios. Más bien, pone siempre la confianza en El, elevando sus oraciones, en pro de cada ser vivo en el planeta.
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